“Solo sé que no sé nada.” – Sócrates.
Últimamente, mi frase favorita.
En las últimas semanas, cada vez que recibo una invitación para escuchar al experto geoestratega, economista o pitonisa de turno, me da una pereza tremenda.
No porque no los respete.
Sino porque cada vez tengo más claro algo:
Nadie sabe nada de lo que va a pasar.
Y si no, que se lo digan al propio Trump…
A juzgar por los últimos volantazos parece que ni él lo tiene tan claro.
Vivimos tiempos de incertidumbre constante.
Cambios sin parar.
Tensiones comerciales y no comerciales que impactan directamente en nuestras empresas.
En este contexto, en nuestra compañía seguimos la misma estrategia:
Ser ágiles.
Ser flexibles.
Y tener una mentalidad de crecimiento.
Llevamos casi 50 años en el negocio.
Y hemos superado de todo:
Ciclos económicos duros.
La compra de un socio.
Una pandemia.
Inflación.
Y más de una tormenta.
Lo que nos ha mantenido en pie no ha sido adivinar el futuro. Sino tener claro a donde queremos llegar y adaptarnos rápido al presente.
Ahí es donde las empresas familiares como la nuestra tenemos ventaja:
Menos jerarquías.
Menos burocracia.
Decisiones rápidas.
Y los pies muy en la tierra.
Cuando me preguntan qué escenarios manejamos, mi respuesta es simple:
No hacemos escenarios.
Hacemos equipo.
Hacemos cultura de adaptación.
Simplemente hacemos.
Porque en un mundo impredecible, lo importante no es saber qué va a pasar.
Lo importante es estar preparados para responder rápido cuando pase.
Y tú, ¿crees que seguimos dedicando demasiado tiempo a adivinar el futuro… en lugar de enfrentarnos a lo que pasa en el presente?
